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Última actualización de este contenido: 25 de noviembre de 2024 por Felip Granados

Hoy, en historias de fantasía, te traigo un breve texto sobre uno de los personajes de Leyendas de Korian: Itharot, el renegado.

Este microrrelato es un extra que formará parte del lore de Leyendas de Korian, el libro que estoy escribiendo. Os presento a un personaje muy importante, Itharot. Espero que te guste.

Itharot, el renegado

Perdida entre la vasta extensión de los Campos de la Desolación, más allá de las Atalayas Cobrizas de Cerna, se encontraba una montaña colosal, solitaria y ajena al paso del tiempo. Aquel imponente monte, estaba rodeado por kilómetros de desierto, un lugar donde el silencio era tan profundo que parecía devorar cualquier rastro de vida. 

En su cumbre se ocultaba Itharot, el renegado. Un dragón desterrado incluso por los de su propia raza. Pero no era su crueldad lo que había provocado su exilio, ya que entre la mayoría de los dragones, la ferocidad era un rasgo común. Lo que lo apartó fue su ambición desmesurada, un hambre insaciable que lo consumía desde lo más profundo de sus entrañas.

Mientras los otros dragones, aquellos que sobrevivieron a la ira de su creador, se refugiaban resignados a su destino, Itharot se alzaba, insumiso y temible. Su mente afilada y cruel no toleraba el castigo impuesto. No aceptaba el yugo del dios que los había engendrado.

El viento aullaba en la cima de la montaña. Allí, en lo profundo de su cueva, Itharot estudiaba los antiguos y primigenios grabados en piedra, de los que podía descifrar los misterios que originaron el mundo. Sus ojos, fríos como la muerte, recorrían con precisión aquellos símbolos arcanos, desentrañando los secretos primordiales de la creación misma.

Para Itharot, los humanos no eran más que una molestia insignificante. Eran insectos que se arrastraban frenéticamente por Korian, buscando propósito en su existencia fugaz y vacía. Itharot no tenía interés en ellos ni en sus insignificantes reinos. Lo que él deseaba iba más allá, mucho más allá. 

Había llegado a comprender lo que sus hermanos, cegados por la sumisión, jamás habían entendido. Ellos, los dragones, eran hijos del dios Maruk, y estaban encadenados por su voluntad. Atados a sus reglas y sus deseos.

—Maruk… un padre despreciable —gruñía con una voz profunda, que resonaba y quebraba la roca que lo rodeaba.

La montaña temblaba bajo su ira, como si temiera despertar la furia del dragón. 

Itharot no deseaba la compañía de un rey, ni la alianza de un oscuro señor. Para él, esas aspiraciones eran patéticas, indignas de su verdadera naturaleza. Lo que Itharot anhelaba era convertirse en algo más que un dragón. Quería ser un dios, libre de cualquier atadura, capaz de reescribir el destino del mundo con el poder de su sola voluntad.

Y sabía que ese momento se acercaba.

Los primeros frutos de su plan ya comenzaban a brotar, silenciosos y letales. Su verdadero enemigo no eran los humanos o los reinos que cubrían el continente con sus guerras y sus intrigas. No, Itharot apuntaba mucho más alto. Su desafío estaba dirigido a Maruk, el dios que lo había creado, el mismo que lo había encadenado. Ese era un desafío que pocos, ni siquiera los más temerarios, se hubieran atrevido a concebir.

Mientras el caos se expandía por Korian, Itharot maquinaba y urdía su propio plan, preparando el momento en que sería tan grande, tan indomable, que ni siquiera su padre podría detenerlo. Cuando ese día llegara, cuando su poder alcanzara su cúspide, no habría rincón en el mundo que no resonara con su rugido.

—El rugido de Itharot, el dragón que se alzó contra su creador —rió con una carcajada oscura que reverberó por toda la montaña.

Y entonces, cuando ese día llegara, todos le temerían y se arrodillarían ante él.


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¡Gracias por leerme! Espero que hayas disfrutado de este relato breve.

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