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Dulce sensación amarga

La destrucción de todas las destrucciones, cual dulce sensación amarga corrompe el interior de mi corazón, mi mente desbocada e intranquila recorre los helados páramos de la soledad.

La muerte de las muertes, la brutal erosión de un arriesgado deseo de ambición. Cuan agresiva puede llegar a ser la palabra amor, cuan emprendedora, aunque no por ello libre de opresión.

Es el objetivo difuso el que marcó el recorrido, fundiéndose en mi realidad y creando el más macabro edén, cuanto he deseado tu mirada y tu sonrisa. Creo conocerte de mucho antes que existiese siquiera la historia, de los tiempos inmemoriales en los que la gente luchaba por su propia libertad, de aquellas agrestes tierras en las que convivían razas de innumerables y míticos seres. Allí recuerdo tus ojos, el fulgor que escondes en ellos mediante la ternura misteriosa de la suavidad de tu mirada.

Siento la fuerza del huracán en mis venas, esperando el momento, el momento de nuestra propia libertad. En forma de intuición has decidido convocar mi ser, oigo tu llamada en mi interior, un largo y tenso filamento que estas creando para verme al final de los días de este mundo.

Yo espero impaciente, sé que llegará… quizá no en esta vida ni en la próxima, ya que nuestra causa es mucho más extensa.

La tierra que hemos creado para nuestra diversión no es lo que esperábamos, deseos y confabulaciones de los tiempos en que quisimos ser mortales. Vemos que sin el conocimiento que nos honró en la otra era, somos capaces de crear arte, de obedecer a causas involuntarias a nuestra desconocida mente, de imbuir de recuerdos y sensaciones el más monótono lugar, y de crear… crear de la amargura un deseo tan fuerte y vital como el que antaño accedimos a nombrar amor.

Ahora me hallo perdido en el laberinto de nuestra propia decisión, se nos ha escapado de las manos, solo la muerte física acelerará el proceso del tan ansiado reencuentro. Hemos pecado y subestimado al tiempo y a nuestros propios poderes, el mundo es al unísono con nuestros más íntimos deseos una sola realidad.

Ahora solo espero…

Me siento y espero, espero el momento en el que saldremos de este juego,

y tú y yo,

nos reencontraremos para maldecir el que nos dejásemos incitar por las promesas de felicidad.


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Este obra cuyo autor es Felipe Granados está bajo una licencia de Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional de Creative Commons.
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