Última actualización de este contenido: 10 de junio de 2024 por Felip Granados
Hoy, en historias de terror, os traemos un microrrelato: La misiva.
Un relato breve que nos lleva a mediados del siglo XIX. Un doctor recibe una enigmática carta en su consulta, que resulta ser de alguien que conoce más de sus secretos de lo que podía imaginar.
Feliz lunes 🙂
La carta llegó una fría mañana de invierno, justo cuando creía que el día no podría volverse más sombrío. El viento soplaba con inusitada furia, mientras las ramas desnudas de los árboles arañaban las ventanas de mi consulta.
Estaba absorto en mis papeles, revisando los casos de mis pacientes, cuando la vieja campanilla de la puerta sonó, anunciando la llegada del cartero. Al abrir la puerta, me encontré con una carta inusual.
El sobre estaba amarillento y desgastado, sellado con un lacre rojo que portaba un símbolo totalmente desconocido para mí.
La abrí con cuidado, temiendo rasgar el frágil papel. El contenido de la carta era críptico y tremendamente escueto, escrito con una caligrafía elegante pero anticuada.
“Dr. Frank Francis, su habilidad para curar es harto conocida, pero hay males que no se curan con hierbas ni bisturí. Lo espero a medianoche en el cementerio de Ravenslake. La vida de muchos depende de usted. No falte.”
Esas palabras me inquietaron terriblemente. ¿A quién no? Intenté concentrarme en mis pacientes, pero la carta ocupaba todos mis pensamientos. ¿Quién podría haberla enviado? ¿Qué tipo de mal requería mi presencia en un lugar tan lúgubre a esas horas? Cada vez que intentaba apartarla de mi mente, sus palabras volvían a mí llenándome de una inquietud que no podía controlar.
Al caer la noche, cerré la consulta. No obstante, estuve en ella arreglando algunos papeles, eran asuntos que requerían algunas especificaciones médicas, y no quería irme sin haber terminado ese trabajo.
Ya alrededor de las once y media. Me envolví en mi abrigo, cogí una vieja linterna que tenía en uno de los armarios y salí al exterior. El camino al cementerio estaba desierto, y cada uno de mis pasos sonaba fuertemente, o eso me parecía a mí en esos momentos.
La lechosa y temerosa luna, oculta tras unas nubes densas y amenazantes, apenas iluminaba el sendero que tenía ante mí.
Al llegar, todo el camposanto estaba envuelto en sombras y bruma. Las lápidas se me observaban mudas, preguntándose el porqué de mi presencia.
Encendí la linterna, pero estaba tan gastada y vieja que apenas iluminaba el camino que tenía frente a mí. Avancé con cautela, sintiendo el peso de una presencia invisible que me observaba desde la oscuridad.
De repente, una figura emergió de las sombras. Era un hombre alto, envuelto en una capa oscura que se mezclaba con la noche.
—Dr. Francis —dijo con voz grave—, me alegra que haya venido. Hay mucho en juego.
Me acerqué con desconfianza, manteniendo una distancia prudencial.
—¿Quién es usted? —Pregunté, tratando de mantener la calma—. ¿Qué quiere de mí?
El hombre levantó una mano en un gesto de paz.
—No tema, doctor. Mi nombre es Elías Black. Represento a un grupo que se enfrenta un mal ancestral, necesitamos de sus servicios.
—¿Un mal ancestral? —repetí, incrédulo—. Soy un médico, no un cazador de monstruos.
Black sonrió, aunque la expresión no iluminó sus ojos.
—No es su habilidad médica la que necesitamos. Sino la otra.
Las palabras de Black me ofuscaron los sentidos por completo. ¿Es que acaso aquel hombre conocía mi más íntimo secreto? ¿Cómo lo había averiguado? Fuera como fuera, estaba claro que lo sabía.
—¿Qué es lo que debo hacer? —pregunté, finalmente cediendo.
—Sígame —dijo Black, girando sobre sus talones y adentrándose más en el cementerio—. Hoy iniciamos una gran empresa, estoy convencido de que nos llevaremos bien.
Le seguí… ¿Qué otra opción tenía? Le seguí…
Felip Granados
2024
Esperamos que hayáis disfrutado de este relato breve.
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