Última actualización de este contenido: 24 de abril de 2024 por Felip Granados
002 – El Circo de Cthulhu
¡Bienvenidos a la taberna más misteriosa y encantada del mundo de los podcasts!
Hoy nos complace anunciar el lanzamiento de un episodio muy especial de “Historias de Taberna”, donde narraremos desde las profundidades de la fantasía oscura una historia que os dejará sin aliento.
Desde México nos llega el relato “El Circo de Cthulhu“, obra de Omar Aranda. Prepárate para adentrarte en un mundo donde lo sobrenatural se entrelaza con lo desconocido.
Esperamos que lo disfrutéis.
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TRANSCRIPCIÓN COMPLETA DEL EPISODIO:
Hoy tenemos un episodio muy especial, gracias a la colaboración de un escritor y creador que nos acompaña desde la rica y vibrante tierra de México, un país conocido por sus profundos misterios e inquietantes leyendas, las cuales se entrelazan con la historia y la magia de sus preciosas tierras.
El relato que nos acompaña hoy, es una historia que trasciende lo ordinario, lo normal, para adentrarse en los dominios del horror y la fantasía. En cierto modo es una hipótesis ficticia, una especulación que intenta dar respuesta a un suceso, también ficticio, que según nos comenta el autor, ocurrió en un localidad llamada “Santo Domingo El Justo”, donde la población desapareció de un día para otro, de manera misteriosa.
El autor, nos explica que este relato, es precisamente, la antesala de un librojuego, que pretende sacar en el futuro, y que al menos yo, espero poder disfrutarlo.
Hablamos de Omar Aranda, el cual actúa bajo su pseudónimo Lord Catverik. Es miembro destacado del círculo de Lovecraft Puebla Asociación Civil. Precisamente, el relato que Omar nos comparte hoy, está basado en la mitología Lovecraftiana.
Para quien quiera saber más sobre este autor, él mismo nos indica que su obra ‘Los escritos narcóticos del gato psicótico’ ya está disponible en Amazon. Se trata de una antología que nos lleva de viaje a través de la fantasía oscura, lo absurdo y el horror cósmico, todo un cóctel de perspectivas.
Como ya os he indicando antes, el cuento que Omar nos envía está íntimamente relacionado con el universo de Lovecraft. Y bueno, antes de continuar, me gustaría hacer un brevísimo paréntesis, para pedir disculpas por adelantado al nombrar el título del relato, ya que este incluye el nombre de la deidad antigua más renombrada del maestro de Providence, cuya pronunciación ha generado un amplio debate sobre cuál es la forma correcta de nombrarlo.
Como ya sabéis, Lovecraft, precisamente, desarrolló todo su horror en referencia a un conjunto de deidades primigenias y horrores cósmicos antiguos, muchos de las cuales son… pues bueno, prácticamente innombrables, ¿no?
Como ya os podéis imaginar a quien me refiero, os diré que he escuchado, personalmente, pronunciaciones como Chucultu, Cululu, Katulu, Kazulu, Chutulu, Chulú, e incluso una muy graciosa, en un entorno familiar cercano. Un personajillo de 8 años que me preguntó, mientras observaba algunos de mis libros en la estantería: “De que va este libro que se dice La Llamada de Chuchú”
Personalmente, a esta deidad en concreto, yo la pronuncio como “Cthulhu”, aunque, como ya he mencionado, existe una discusión considerable sobre la forma y manera adecuada de hacerlo, y no quiero ofender a nadie, así pues, es únicamente mi forma de hacerlo.
Así que, bueno, superada esta premisa y volviendo a nuestro autor; Éste, nos presenta un relato titulado “El Circo de Cthulhu”. En esta aventura, se nos invita a encarnar a un hombre, que tras tener una serie de trastornos del sueño, realiza una especie de regresión, en la cual toma el papel de un desconocido en el pasado, el cual se topa con un extraño circo y su más extraño aun, maestro de ceremonias, Abdul Lafayette.
Desde ‘Historias de Taberna’, extendemos nuestro más profundo agradecimiento a Omar, o debería decir, Lord Catverik, por compartir con nosotros su visión y permitirnos ser parte de su mundo de misterio y magia. Sin más dilación, ajustad vuestros auriculares y preparaos para una travesía por el misterio y la extrañeza. Comenzamos.”
El Circo de Cthulhu. de Omar Aranda
Alberto Dorian ejercía como catedrático en la universidad Navarro de Stefanon. El profesor Alberto padecía algunos trastornos obsesivo-compulsivos que, durante mucho tiempo, le provocaron ataques de ansiedad y, hasta cierto punto, depresión.
Estos problemas se intensificaron desde que comenzó a experimentar sueños muy vívidos, ambientados en las visiones de un extraño circo y un evento sumamente calamitoso ocurrido allí. Sin embargo, aunque estas visiones desaparecían tan pronto como despertaba, las imágenes de criaturas ajenas a la naturaleza de este mundo, quedaban claramente impresas en su mente.
Tras compartir estos sueños con un amigo místico, que también era chamán, este lo invitó a una ceremonia con brebajes hechos a base de plantas y hongos sagrados. Esto le permitiría realizar un viaje introspectivo y lo ayudaría a saber que era lo que el interior de su mente escondía, seguramente con esto podría liberarse de aquellos episodios nocturnos que le habían robado la tranquilidad.
Alberto aceptó y después de algunos días en los que tuvo que preparar su cuerpo para la experiencia, llegó al lugar donde su amigo lo guiaría en una ceremonia privada, solo para ellos. Tras el sonido del tambor chamánico y haber ingerido unas gotas del brebaje, Alberto se dejó llevar por el sonido armónico que reverberaba en aquel tambor. Escuchó la voz del chamán que lo guiaba y, al abrir los ojos, se encontró en la piel de un hombre diferente.
Desde ese momento, Alberto pudo sentir el viento seco en su rostro. Miró a su alrededor y era un curtido hombre de campo, quien bajo un sol abrumador, trabajaba las tierras de su patrón en un caluroso día en México a principios del siglo XX.
Algo llamó su atención, desde lo alto de su puesto de trabajo pudo ver que un viejo carromato había llegado al pueblo. En ese momento, decidió tomar un descanso y acercarse para ver de qué se trataba. Al bajar a las calles del pueblo, observó que se trataba de un circo, y en los carteles que lo anunciaban leía “Compañía Circense Hermanos Tuljulupe”.
Muchos niños se encontraron alrededor, ya que les estaban regalando caramelos a todos aquellos que la curiosidad les había hecho acercarse.
El hombre que lo dirigía era, sin duda, extranjero, con un inusual turbante, aunque parte de sus rasgos parecían europeos. Paró en la pequeña plaza del pueblo y se dirigió a la jaula que su viejo vehículo había traído arrastrando, en su propio carro de transporte.
Se presentó como Abdul Lafayette y prometió ofrecer un gran espectáculo sumamente accesible para todo el pueblo. Como una pequeña muestra de las maravillas que su compañía había reunido alrededor del mundo, se dispuso a mostrar parte de lo que en su circo les esperaba.
Sin duda, una oferta inusual y muy tentadora, pues en un pueblo aislado, este era uno de esos eventos que nadie deseaba perderse, ya que es un lugar donde no había mucho que hacer o dónde salir a divertirse.
El excéntrico hombre destapó la lona que hasta entonces había estado cubriendo la jaula que había traído consigo. En su interior, se encontraba un hombre de casi dos metros de altura, con rasgos muy extraños; su cara alargada recordaba a la de una cabra.
Estaba vestido con una toga que cubría todo su cuerpo. La gente observaba con extrañeza a aquel ser, hasta que un niño dio un grito. El joven aseguraba haber visto algo extraño, como una pezuña en donde debería haber un pie.
Entonces, el extranjero anunció: contemplad el resultado del encuentro entre un ser del exterior y una hembra humana. En ese momento, aquel ser se quitó la toga, y dejó a la vista unas grandes piernas lanudas, similares a las de un fauno. Del vientre de aquella bestia, colgaban monstruosos tentáculos, ante los cuales la gente quedó horrorizada.
Lafayette lanzó una bola de humo y el ser dentro de la jaula desapareció al disiparse este. Las personas quedaron totalmente impactadas y, acto seguido, Lafayette sacó un medallón grande de una extraña manufactura, de un oro puro tan brillante que inmediatamente captó la atención de todos, y prosiguió diciendo que, además del gran espectáculo que ofrecerían esa noche, todos los asistentes tendrían la oportunidad de obtener el valiosísimo collar de oro y otros cinco iguales para los afortunados ganadores de esa noche.
Dicho esto, sacó un talonario de papeletas y la multitud, aún maravillada, pagó inmediatamente por tener la oportunidad de ganar aquel premio. El precio era irrisorio, así que todos empezaron a comprar papeletas, incluso para familiares que no estaban presentes en ese momento, a sabiendas de que cuantos más familiares asistieran, mayores serían las posibilidades de que alguno de esos maravillosos artículos terminase en su núcleo familiar.
Hecho esto, pidió que nadie faltase a la gran presentación de esa noche. Alberto Dorian observó con atención la papeleta, donde pudo ver el nombre del pueblo y la fecha.
El chamán, al escuchar todo lo que Alberto estaba reviviendo en ese viaje introspectivo, mostró un interés especial por esa información, ya que el nombre del pueblo le resultó familiar. De esa manera, mientras le guiaba en la visión, también intentaba recordar dónde había oído ese nombre.
Alberto continuó con su relato, pero hubo un salto en sus visiones. En ese momento sintió cómo el campesino, a través del cual estaba viviendo ese recuerdo, había asistido junto con todos los habitantes a un descampado próximo al pueblo, donde vio la carpa de circo extrañamente iluminada por llamas similares a fuegos fatuos, bajo una masa densa de nubes sobre la cual se asomaba como una enorme luminaria, la misma luna.
Alberto describió a los singulares payasos que estaban en el borde del camino, pues algunos utilizaban zancos y otros escupían fuego; describió que sus rostros no parecían solamente maquillados, sino como si llevaran máscaras de formas grotescas, y sobre estas, el tradicional maquillaje de payaso.
Vio también otras criaturas mucho más grandes, de forma piramidal, con un cuerpo rugoso, llevando cosas de aquí para allá, trabajando como cualquier tramoyista montando una escena. Al parecer, este circo de los horrores era más inusual de lo que todos ellos habían pensado en un principio.
Al llegar a la entrada del territorio del circo, sacaron sus papeletas para poder asistir a la función de esa noche. Había un ambiente de carnaval y algunos espectáculos al aire libre, muchos de ellos orquestados por individuos disfrazados de extrañas criaturas; era como si fuera un circo de otro planeta.
Mientras admiraban todo aquello, la entrada de la gran carpa se iluminó con una luz que brillaba desde su interior. De allí salió el maestro de ceremonias y les dio la bienvenida, instándolos a revisar sus papeletas, pues algunas estaban marcadas para disfrutar del espectáculo desde un lugar privilegiado.
Revisó la suya y en la parte trasera venía la frase “enhorabuena, su papeleta ha sido seleccionado”. Estaba emocionado por esa suerte, y junto a un grupo de hombres, se dirigió al acceso a esa zona especial donde, solo al entrar, les recibió un intenso olor a incienso…
Había algo muy raro en todo eso, pues recordaba haber revisado su papeleta y en la parte trasera no había nada escrito cuando la recibió esa mañana. En ese momento estaba en un palco alto desde donde veía las gradas llenas en la parte de abajo; los focos se encendieron, parecía que la función estaba a punto de comenzar.
En ese momento, el chamán intentó decirle algo a Alberto, quien aún estaba inmerso en aquella visión.
“Amigo, he recordado información muy inquietante sobre el pueblo que has mencionado. A finales de los años 20, el poblado de Santo Domingo el Justo fue un caso muy comentado porque, de la noche a la mañana, ese pueblo, cuya población rondaba las 200 personas, fue hallado totalmente abandonado. No quedó ningún rastro ni señal, de ninguno de sus habitantes. Tanto pertenencias como animales, cosas de valor y alimentos fueron encontrados en sus hogares, pero nadie supo explicar qué había sido de toda aquella gente. Durante décadas se ha mantenido como un misterio y me temo que esta visión es la respuesta a dicho enigma.”
Alberto Dorian escuchó aquella información, pero su mente estaba absorta en lo que estaba viviendo en ese momento.
Abdul Lafayette daba la bienvenida e iniciaba, con el sonido de flautas y llamas danzantes, aquel show donde extrañas criaturas danzaban por debajo de la carpa, mientras otras, cuyo cuerpo era similar a un barril y su cabeza en forma de estrella, caminaban por la cuerda floja. Mientras, abajo, un ser con cabeza de elefante equilibraba su cuerpo antropomorfo sobre una gran pelota. Los actos eran formidables pero palidecían ante aquellos que los ejecutaban. La multitud se santiguaba ante la extrañeza de aquellos artistas, pensando inicialmente que eran personas con disfraces robustos y extravagantes.
Mientras tanto, en el palco de los elegidos, un hombre bien trajeado con un modo refinado se dirigía a los espectadores entregandoles el codiciado medallón, cuya efigie grabada era una especie de cabeza de pulpo maligno con alas de murciélago. Era realmente una blasfema abominación, pero el brillo de su manufactura nos hacía omitir el desagrado de la primera impresión.
Aquel hombre se presentaba bajo el nombre de Arthur Jermyn y, muy al contrario de la erudición que despedíar su trato, su apariencia… por Dios, parecía estar en el punto medio de la cadena de la evolución entre el humano y el mono.
Les dijo: “El rasgo en común entre ustedes es que son hombres codiciosos sin nada ni nadie a quien perder y dispuestos a hacer lo que sea. Por ello fueron elegidos, tan solo un puñado de entre toda esta gente.”
Al terminar de hablar, una expresión de asombro saltó hasta nuestros oídos pues vimos cómo uno de los equilibristas caía al vacío, pero, inesperadamente, desplegó sus alas y volvió a su plataforma. Esto despertó el horror entre los presentes pues ya no había forma de seguir pensando que eran artistas disfrazados.
En ese momento, un mago con máscara faraónica extendió una niebla desde debajo de su capa que inmovilizó a los presentes. Lafayette recitó una letanía en una lengua desconocida y un temblor sacudió el lugar. Todos vieron cómo el techo de la carpa desaparecía para dar paso a una ventana directa a las entrañas del cosmos profundo, y el horror que se oculta en sus abismos etéreos.
Allí logré ver algo, algo vivo que se acercaba…
El chamán sopló un polvo al rostro de Alberto para intentar sacarlo del trance.
Abdul Lafayette se giró hacia los escpectadores y con su voz en alto nos dijo: “Vosotros seréis nuestros primeros iniciados. Viajaréis con nuestra compañía por todo el mundo: el circo de Shao Leng, la Chula Providencia, el Circo Rojo Estelar, Jermyn Bros…”
Lo último que escuchó Alberto de aquella visión fue la risa enloquecida de aquel hombre y los gritos histéricos de un público que parecía estar siendo consumido por algo…
La visión fue interrumpida y Alberto volvió a su propia realidad.
Dorian se aferró a su amigo y le dijo:
“Lo vi, lo vi todo… Esas pobres personas, y no solo fue allí, el circo viajó bajo distintos nombres y se presentó en distintos países: China, España, Rusia y Estados Unidos. La humanidad nunca sabrá lo cerca que se encontró de ver su caída. Nos salvamos por muy poco… por muy poco”
El chamán, con un gesto de preocupación, reconfortó a su amigo y dirigió su mirada a las estrellas, preguntándose qué fue lo que Alberto había presenciado en su otra vida y si realmente aquella amenaza se habría disipado completamente. Pero sobre todo, se preguntó qué debió ser lo que nos salvó.