Hoy, en historias de terror, os traemos un microrrelato: El enigma de Black Pole Creek.
La bestia infernal recorría los pasadizos y conductos secretos de aquel lugar. Yo, nervioso y aterrado, escapaba del gigantesco y macabro laberinto que sobre mi se cernía. Las paredes de piedra original, fría como la escarcha y oscura como el carbón, ahuyentaban cualquier resquicio de fe que en mi corazón pudiera quedar. La brusquedad de la superficie de aquellas cuevas pasaba arisca y rápidamente por mi visión, no podía detenerme para observar los detalles de aquel lugar.
En mi mano derecha llevaba una linterna del tipo convencional. El haz de luz subía y bajaba de forma obstinada y agresiva sobre la media oscuridad desquiciada de aquel lugar. En mi otra mano sostenía mi pistola, una Walther semiautomática de 9mm, en la que tantas veces había confiado mi vida. Mi chaqueta de piel, rasgada por un costado, era sin duda una débil protección contra aquel monstruoso animal, si es que podía llamarlo así.
Entendí en ese instante, mientras corría, que Jeremy sabía la verdad a cerca de aquel oscuro asunto. Había ido cometiendo el mismo error, una vez tras otra; Y los recuerdos, malditos sean los recuerdos, eran imprecisos. Debió ser a causa de esa extraña bebida que me ofreció. No lograba comprender por qué me encontraba allí en ese momento, mis ideas se entremezclaban como una gran masa borrosa e imperfecta, parecida a los nubarrones que asaltaban la costa aquella mañana.
Poco a poco, a medida que pasaban los segundos, fui dándome cuenta de que me había equivocado. Las formas orgánicas y extrañas que se creaban sobre las paredes se intensificaban, informándome de mi terrible error. No había estado escapando de aquel lugar, sino que había estado adentrándome aún más en el nido esas criaturas.
Esperamos que hayáis disfrutado de este relato breve.
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