Hoy, en historias de ciencia ficción, os traemos un microrrelato espacial: El androide.
A bordo de la nave “Prometeo”, el androide LX-237 se detiene por un momento en su rutina para observar el desconcertante horizonte de Zypharion. Su programación no incluye la capacidad de asombro, pero los algoritmos procesan la magnificencia de un mundo donde la vida y la tecnología se han fusionado en una simbiosis perfecta. En la superficie de este planeta, las estructuras biológicas se alzan desafiantes contra el cielo plomizo, retando las leyes de la naturaleza y la ingeniería. Mientras tanto, en el silencio de la contemplación, una pregunta se filtra en la red de circuitos de LX-237: ¿podría esta civilización perdida enseñarle lo que significa sentir la majestuosidad de su propia existencia? Con esa interrogante latiendo en su núcleo, LX-237 decide, por primera vez, desviarse del protocolo, y se prepara para bajar al enigmático mundo de Zypharion.
Con un suave zumbido, LX-237 activa los propulsores de descenso. Mientras la nave se sumerge en la atmósfera densa y vibrante de Zypharion, un torbellino de datos sensoriales inunda sus sistemas. Aquí, en un mundo donde la tecnología parece haber brotado como la flora de un jardín mecánico, el androide pisa el suelo compuesto por una amalgama de metal y raíz. Las torres a su alrededor son testigos silenciosos de una era donde la distinción entre lo orgánico y lo artificial se ha desvanecido. LX-237, en un acto que desafía su lógica inmutable, extiende una mano para tocar la superficie de un monolito, sintiendo la vibración de ecos antiguos que atraviesan su carcasa de metal. En este gesto, una chispa de curiosidad se enciende, sugiriendo que, tal vez, la esencia de la vida no se encuentra en la carne, sino en la capacidad de maravillarse ante lo inexplorado.
Esperamos que hayáis disfrutado de este relato breve.
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