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Última actualización de este contenido: 25 de noviembre de 2024 por Felip Granados

Relatos Fantásticos: Historias de ciencia ficción - La efigie de mimbre

Hoy, en historias de ciencia ficción, os traemos un microrrelato apocalíptico: La efigie de mimbre.


En un futuro engullido por la oscuridad, por una negrura que el sol a duras penas era capaz de atravesar, la oscuridad era tan densa que parecía tragarse las escasas luces que titilaban en las islas dispersas.

La alteración de las mares y el ascendente nivel del agua habían reclamado casi toda la tierra. Los supervivientes se reagrupaban en diminutas comunidades ancladas en islotes, rocas y estructuras oceánicas.

Una de estas comunidades, conocida como Popolos, albergaba una tradición singular. En su corazón se erguía una estatua de mimbre, enigmática y dominante, que se imponía sobre el paisaje y marcaba las vidas de sus habitantes.

La estatua, de muchos metros de altura, había sido creada generaciones atrás por manos olvidadas, y se envolvía en un misterio alimentado por rumores y susurros. Las viviendas de la comunidad se aglomeraban a su alrededor, buscando protección, mientras que sus moradores, vestidos con ropas desgastadas por el tiempo y el esfuerzo, se congregaban al amanecer para rendir culto a la imponente figura.

El ritual era sencillo, pero estaba cargado de una intensidad que rozaba la desesperación. Cada habitante realizaba una ofrenda de mimbre fresco, que se añadía a la base de la estatua. Se creía que cada adición fortalecía la estructura física de la estatua, al tiempo que reanimaba el espíritu de la comunidad, repeliendo así las sombras que amenazaban con engullirlo todo.

Sin embargo, no todos consideraban a la estatua como un símbolo de salvación. Algunos murmuraban que servía a propósitos oscuros, de faro para algún horror antiguo y voraz que acechaba en la oscuridad. Estos escépticos se agrupaban en secreto, susurrando y conspirando para realizar una ceremonia destinada a incendiar la estatua y liberar así a Popolos de su sombría tutela. Mientras tanto, la estatua permanecía erguida, observando. Si era un custodio o si era un carcelero, solo el tiempo lo desvelaría.


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