Última actualización de este contenido: 18 de agosto de 2025 por Felip Granados

Edmond Mathews era un hombre realmente inquietante. La investigación se centraba ahora sobre él, un excéntrico multimillonario dueño de la más prestigiosa marca farmacéutica. Todos los cabos sueltos del caso parecían poder atarse en aquel lugar, en su mansión de la isla Hubb.
Un sucio y raído bote había traído al detective hasta aquel remoto lugar. El frío y la oscuridad de aquella noche le habían proporcionado varios escalofríos mientras atracaba en el embarcadero, en la parte posterior de la isla. Desde ese lugar, había divisado en lo alto de una cima, el gran caserón, con las borrascosas nubes de fondo, solo iluminadas por una luna blanquecina y aterrada. Aquel lugar, del mismo modo que su dueño, resultaba altamente inquietante y perturbador.
Mientras se encaminaba a la mansión, Nathan había revisado de forma casi compulsiva el estado de su linterna y su revolver. Todo aquello le daba muy mala espina y el miedo no cesaba de crecer en su interior.
La noche era fría y oscura, acompañada por un inesatble viento que soplaba en todas direcciones. El camino de tierra por el que andaba estaba flanqueado por amenazadores y sinuosos árboles que, en aquella negrura, parecían observarle en todo momento. A medida que se acercaba a la casa, el viento se volvía aún más fuerte y desordenado, como si quisiera advertirle de que diera media vuelta y no volviera nunca más. No obstante, siguió caminando hasta llegar a la parte delantera de la mansión.
Llegó a un patio lleno de hojas, las cuales saltaban alteradas de un lado a otro según los caprichos del aire. En el centro, había una fuente en forma de estatua de piedra. La escultura simulaba ser un anciano que arrastraba un niño cogido por una oreja.
Menuda obra…
De la boca del niño salía un pequeño y oxidado tubo de hierro, desde el que, en otros tiempos, debió brotar un chorro de agua. La piedra estaba raída, y en la zona de los ojos del viejo se había desprendido una parte. La luz de la luna iluminaba débilmente un lado de la piedra, creando unas apagadas sombras en el lado opuesto de la fuente que le pusieron los pelos de punta. Nathan pensó en la clase de persona que podía tener tremendo mal gusto, y tuvo otro escalofrío.
Se acercó a la casa dejando atrás la horrorosa fuente. La entrada era una puerta doble de madera oscura y exquisita talla. Un grotesco aldabón de cobre colgaba a cada lado, con la forma de una cara que agarraba un gran anillo por la boca.
Otra muestra de mal gusto
Nathan empujó suavemente y una de las hojas de madera se desplazó hacia adentro, estaba abierto. Para su desgracia, al entrar en la casa, su interna empezó a fallar.
—No puede ser… —masculló mientras la zarandeaba ligeramente.
No hubo manera de hacerla funcionar, así que, entre una mezcla de indignación y miedo, tuvo que pensar rápidamente en una alternativa. Palpó en el interior del bolsillo de su cazadora, hasta que encontró aquello que buscaba: Un mechero Zippo plateado; su fiel compañero de viaje.
Cerró la puerta suavemente para evitar la brisa, y encendió el fuego. Una oscura sombra se manifestaba en lo alto de aquel inmenso y viejo salón. La iluminación del mechero era tenue y oscilante, claramente insuficiente. Un gran ventanal de óptima manufactura dejaba entrever la tímida luna en el exterior, la cual alumbraba con una enfermiza luz blanca, una parte del habitáculo. En el centro de la estancia descansaba una gran mesa de madera, con varios candelabros colocados de forma cuidada a lo largo de su extensión. Todo en aquel salón estaba cubierto por el polvo acumulado de los años en los que nadie parecía haber entrado en esa casa.
Nathan oteó nervioso en todas direcciones. Empezaba a preguntarse porque demonios había decidido seguir con el caso. Erika, su cliente, había sido terriblemente persuasiva pero, en aquel momento, nada parecía compensación suficiente.
Ni siquiera Erika
Desde el interior podía oírse débilmente el tenebroso ulular de un viento que corría entre las ramas de los árboles del patio, que, a modo de macabra representación, proyectaban la sombra de su danza sobre la pared oeste de la habitación. Alzó con temor reverente la mano en la que portaba mechero. Las sombras se disiparon ligeramente a su alrededor, mostrando con más claridad la cerámica del suelo. Las baldosas eran lisas, de una piedra tremendamente oscura parecida a la obsidiana. El mudos roce de su cazadora al levantar el brazo y los sigilosos siseos del viento eran lo único que podía escucharse allí dentro.
El detective avanzó lentamente hacia el centro del salón. El ruido de sus pasos se sumó a la escueta lista de sonidos perceptibles. Intentó moverse con más sigilo aunque el silencio que allí reinaba le frustraba todo intento.
A medida que avanzaba, su temor también lo hacía. Sacó el revolver con su otra mano, su preciado colt del 45. El rugoso tacto de la empuñadura y el peso del arma le dieron una ligera bocanada de energía. Sintió una especie de alivio y seguridad.
Aquella macabra investigación lo había llevado a un punto realmente espeluznante.
¿Cómo pudieron haber muerto Tob y Larkins de tan brutal manera?
Todos los indicios apuntaban a un callejón sin salida, no había ninguna lógica en lo ocurrido. Algunas de las pesquisas lanzaban resultados que eran todo un azote a la razón. Algo muy siniestro y aterrador se escondía tras ese caso.
La isla Hubb, la mansión y esa oscuridad infame que al tiempo parecía observarle fueron el último ingrediente para que empezara a creer seriamente que se encontraba en presencia de algo sobrenatural. Aunque su mente intentó liberarse desesperadamente de esa absurda idea, no lo consiguió. Además, ya era demasiado tarde para echarse atrás. Si su investigación era correcta, la isla de los Mathews podría ser el epicentro de un desequilibrado grupo de fanáticos y sectarios. La zona cero de su imperio, el punto de partida de ese macabro caso.
El viciado y cargado aire de la estancia contenía un cierto matiz acre, le desalentaba a cada paso. Tenía la sensación de que una maldad incierta le acechaba desde algún lugar en la oscuridad. Algo perturbador y del todo improbable.
¿Verdad?
Llegó frente a una antigua mesa. Acercó el fuego a ésta para observar con cierta satisfacción que nadie se había sentado en ella durante mucho tiempo. Una polvorienta capa se extendía sobre la madera. Nathan se aferró a la idea de que aquel lugar podría estar abandonado y se relajó mínimamente. Acto seguido, creyó advertir un repentino movimiento en las alturas del salón, tras la espesa oscuridad de una de las esquinas del elevado techo. Rápidamente fijó su vista hacia ese punto. Levantó el mechero pero su intención de iluminar aquel espacio fue insuficiente, la gran altura de aquella estancia no dejaba entrever lo que se ocultaba en los rincones.
Quizá su cerebro empezaba a jugarle malas pasadas, no era posible que algo se hubiera movido allí arriba, pero pese a esa razón, su corazón empezó a latir con más fuerza de lo habitual.
Estuvo varios segundos analizando las alturas, apuntando con su arma a la aceitosa y espesa negrura. Sus manos empezaron a temblar ligeramente.
—Maldita sea… —se susurró a si mismo ante esa pérdida de control.
Al tiempo que su mente intentaba sobreponerse a su miedo, advirtió otro movimiento, esta vez mucho más claro. Una sinuosa y enorme sombra se deslizó lentamente de un lado a otro en la parte más alta de la pared.
¿Qué hay ahí?
En ese mismo instante se le heló la sangre, sintió atenazadas todas sus articulaciones y no pudo más que notar los fuertes golpes de su corazón azotando cruelmente su pecho. El miedo se convirtió en terror. Sus sienes le latían con fiereza, y sus fuerzas flaquearon hasta el nivel de casi no poder aguantar siquiera el revolver. Paralizado, siguió observando mientras temblaba.
Un ligerísimo atisbo de cordura afloró en su mente, increíblemente débil e incierto, e intentó mandarle el mensaje de que quizá y, solo quizá, se trataba de algún animal asustado. No obstante, esa débil claridad quedó brutalmente sepultada al instante. Aquella sombra cambió su cuidadoso movimiento y realizó un repentino giro hacia la pared oeste, hacia una zona iluminada por la blanquecina luz de la luna. Lo que Nathan descubrió en aquel momento fue algo para lo que no estaban preparados los ojos de un mortal.
De entre la oscuridad, apareció lentamente un horror exorbitante, un ser parecido a una gran tarántula posó para su aterrado observador. Seis peludas patas se adherían a la fría piedra vertical. Su cuerpo, era viscosamente extraño, mantenía una fuerte similitud con el de una araña, aunque en su parte delantera se alzaba un delgado cuello cubierto por oscura piel, sobre el que reposaba una desproporcionada cabeza humana.
El ente giró anormalmente su pescuezo y mostró su cara, un deforme perfil que inundó de aberrante y cruel miedo el corazón del detective. El monstruo respiraba entrecortadamente, su cuello se henchía notablemente tras cada inhalación. Su cabeza estaba extrañamente ladeada, de forma antinatural. Los rojizos ojos de la bestia se clavaron en los de Nathan, el cual estuvo al borde de perder la consciencia. Durante varios segundos ninguno de los dos se movió, simplemente se observaron.
De forma irónica y macabra, un surtido de extrañas conexiones neuronales le recordaron al detective un documental en el que una cabra quedaba paralizada ante un acechante lobo. También recordó, de manera amarga, como terminaba ese episodio. Y para su desgracia, tenía claro su papel en aquel encuentro.
Algunos animales se hacen los muertos y así consiguen…
¡Por dios! ¡Que gilipolleces estás pensando!
Tuvo un reflujo interno, el cual casi le provocó una arcada. Tenía el estómago totalmente contraído por el miedo, y su mente estaba totalmente colapsada.
Dispara… dispara… ¡dispara idiota!
Pero su mano no le obedecía. Entonces, en un acto puramente básico, Nathan dio media vuelta y corrió desesperado hacia la puerta de la entrada. Más imágenes le asaltaron la mente, imágenes que le recordaban como la presa, se convierte precisamente en presa cuando escapa de su cazador. Tuvo la sensación de llevar puestos unos gigantescos zapatos de payaso que le reducían la velocidad. Sus piernas subían y bajaban torpemente ante una total falta de control. Tropezó y casi cayó, pero logró mantenerse. Su avance era tan desesperado que tuvo la sensación de haber estar huyendo durante horas.
Pero para su desgracia, no era el único que corría. En pocos segundos aquella criatura se posicionó detrás del aterrado detective. Este, al oír el sonido tan cercano, giró rápidamente sobre sus talones para descubrir, con más horror si cabe, que tenía al monstruo prácticamente encima.
La fría adrenalina recorrió su espina dorsal y lo paralizó nuevamente. Aquella perversa araña se levantó sobre sus dos patas traseras, al tiempo que elevaba sus otras cuatro sobre él. Nathan cayó al suelo, observando aterrado a la bestia que tenía encima. Rezumaba terror por todos los poros de su cuerpo, un miedo que sin duda alguna, su cazador, debió percibir con un placentero agrado. La horrible criatura posó sus patas a ambos los lados de la víctima, y acercó su terrorífica cara a escasos centímetros de la suya.
Sus ojos se clavaron en los del humano, desde donde desentrañó todos sus temblorosos sentimientos. En un intento desesperado por salvar la vida, Nathan alzó el revolver con la intención de disparar. Pero nuevamente el terror le venció, y su arma cayó al suelo sonoramente.
Ya está.
Las patas del diabólico alacrán golpearon con fuerza su pecho, dejándole sin respiración. Lo último que vio el detective al ladear la cabeza, fueron las sombras sobre la pared. Unas sombras que proyectaban una macabra escena, donde un ser de extrañas extremidades se abalanzaba sobre la moribunda forma de un humano tendido en el suelo.
Un profundo grito de agonía y de dolor fue lo último que se oyó en aquel lugar. El putrefacto eco de aquella habitación resonó durante unos inquietantes segundos, para luego apagarse en el mudo susurro del desollar de unas fauces.
La criatura tenía que cenar.
Espero que hayas disfrutado de este relato breve.
Si te ha gustado “El Horror de Edmond Mathews“, no olvides echarle un ojo 👀 a alguna de las otras historias de terror, o al resto de historias cortas de la página. 😊