Última actualización de este contenido: 25 de noviembre de 2024 por Felip Granados
Hoy, en historias de ciencia ficción, os traemos un microrrelato apocalíptico: El guiso de mamá Berta.
Elliot James apenas conoce un mundo distinto a los vastos yermos y a esos cielos que raramente sonríen. Con catorce años, su vida transcurre en un aislamiento casi total, compartido solo con su familia y las esporádicas visitas a Mamá Berta, una de las pocas personas con las que han establecido contacto.
Desconoce el origen de ese nombre tan curioso, pero desde que tiene uso de razón, su familia siempre se ha dirigido a ella de esa manera.
La casa en la que vive Elliot, construida en la ladera de una montaña, es más un refugio que un hogar. Elliot pasa sus días recolectando materiales, cuidando de su hermano pequeño y ayudando a sus padres en las arduas tareas de supervivencia.
“Tu única misión es sobrevivir y aprender para el día de mañana”, es el mantra que lleva escuchando desde que tiene uso de razón.
Su relación con el mundo exterior es muy limitada, muy de tanto en tanto, aparece alguno de los vecinos más alejados, motivado por la necesidad más que por otra cosa.
Una vez a la semana, su rutina se rompe con la visita a Mamá Berta. A pesar de la desconfianza que impera entre los pocos habitantes de la región, Mamá Berta es una figura cercana para la familia de Elliot. Siempre sola, nunca acompañada, ella le recompensa siempre con un guiso de verduras que, por un momento, disipa la dureza de la vida postapocalíptica.
Elliot siempre se pregunta siempre cómo una mujer aparentemente tan aislada, puede crear platos tan exquisitos. ¿De dónde saca los ingredientes? ¿O es simplemente un don natural para la cocina?
Los sueños de Elliot, sin embargo, se extienden más allá de los límites de su vida actual. Sueña con lo que hay más allá de las montañas que encierran su existencia. Sueña con encontrar otros como él, con tener amigos.
Pero por ahora, es el guardián de su hermano, el aprendiz de sus padres, y lo que más le gusta: el joven que cada séptimo día saborea un guiso que sabe a promesas y a renovada esperanza.
Esperamos que hayáis disfrutado de este relato breve.
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