Extracto de Ikán (microrrelato)

La espada de mi enemigo rozó mi protegido rostro. Acto reflejo contraataqué hundiendo la hoja de mi afilada arma contra su desnudo pecho. El horror de los gritos de una desesperación creciente emergía entre el fulgor de la batalla. Giré la cabeza en busca de mi compañero Khandar Bek, mientras, mi enemigo caía sin vida sobre el abrupto terreno. Un charco de sangre se formaba poco a poco sobre el estéril campo de batalla.

El estridente chasquido de las espadas inundaba de terror todos y cada uno de los rincones de mi corazón. Grité su nombre entre el tumulto, un intento en vano de conseguir una respuesta. El intenso hedor de la muerte me recordó mi misión. La rabia se apoderó de mí, avancé con aire decidido abriéndome paso entre los cadáveres. Mi tenaz espada seguía obedeciendo mis órdenes, consumiendo vidas por allá donde pasaba. El cielo rugía sobre nuestras cabezas, hostiles tambores sonaban desde las montañas cercanas, los chamanes habían empezado su invocación.

Un veloz y oscuro caballo me adelanto por mi derecha, me faltó poco para caer, pero logré mantener el equilibrio, era uno de nuestros señores de la guerra, no supe a donde se dirigía de tan apremiante manera, lo que sí tenía por seguro era que sembraría de muerte el camino hacía su objetivo. Entonces, un golpe me desplazó hacia adelante, tirándome al suelo. Un ahogado, ronco y desesperado grito sonó a mis espaldas y una mano me agarró del hombro ayudándome a ponerme en pie.

—Me debes la vida Delán —exclamó Khandar.

Se me iluminó el rostro al escuchar su voz. ¡Era él y estaba vivo!

Un grave crepitar sonaba sobre nosotros, alzamos la vista para observar como el fuego brotaba de entre las amarillentas nubes, un espectáculo impresionante y al mismo tiempo aterrador. Entonces, una gigantesca grieta oscura seccionó el cielo, parecía descoserse de forma grotesca y abrumadora. Se abrió para dar paso al horror de los horrores, un leviatán; Un demonio de los planos ansioso por nuestras almas emergió de entre el firmamento.